Nuestra Ciudad

Fundación de Coatzacoalcos

COATZACOALCOS, NOMBRES Y LUGARES
Coatzacoalcos ha estado en dos sitios distintos y su nombre no ha sido siempre el mismo. Primero estuvo en un lugar muy retirado de la costa y en la otra margen del río. Después ocupó el lugar que tiene ahora, en esta orilla y junto al mar.

COATZACOALCO. El primer asentamiento estuvo a más de veintidós kilómetros de la bocana, en la margen derecha del río,
en lo que ahora es la congregación de Barragantitlán, del municipio de Ixhuatlán del Sureste, muy cerca de la base poniente del puente Coatzacoalcos II “Antonio Dovalí Jaime”. Ahí estuvo la primera población de este nombre.

Fotografía: Crispin Garrido

En octubre del 2007 las excavaciones para el Túnel Sumergido revelaron que en Villa Allende hubo una gran ciudad antigua, que pudo haber sido el original Coatzacoalco. Lo que encontraron los españoles en 1522 vendría a ser un desplazamiento de la misma ciudad. Según la leyenda, la palabra Coatzacoalco se formó hace un milenio, cuando Quetzalcóatl se transformó en estrella. Entonces esa palabra quedó como una señal de lo ocurrido. Para entonces el esplendor de la cultura olmeca ya era historia antigua. La palabra nació en singular, sin la letra “S” final que ahora tiene y que se supone ser un exceso de adorno de la caligrafía colonial. Ese fue y es el nombre del río y fue el nombre del pueblo que encontraron los conquistadores; ellos lo oyeron mal, lo pronunciaron peor y distorsionaron la palabra.

En los escritos se encontrarán muchas variantes; la más frecuente es Guazacualco, pero se pueden encontrar todas las deformaciones que se pueda imaginar. Es posible que haya tenido antes otros nombres; uno de ellos es Tzontépetl, otro Yécatl y como ombre antiguo del río se encuentra Cuitlaxcolapan o Cuetlxcolapan o Huetlashcolapan. Algunos autores mencionan a Tlapalan o Huehuetlapalan como nombres de ese punto o de la región, hoy reducidos a Tapalán, existente como una ranchería entre los municipios de Jáltipan y Cosoleacaque. Se ha mencionado también a Pechuguih como su nombre en zapoteco, el cual, según algunos estudiosos del zapoteco, ese nombre tiene significaciones de orden casi esotérico, relacionado con la divinidad, que lo relaciona con Quetzalcóatl.

Su historia es grande. En la antigüedad, con uno de sus nombres anteriores, este pueblo fue testigo del florecer de la cultura olmeca y por su río pasaron las increíbles flotaciones de los bloques de basalto conteniendo las cabezas colosales. Se piensa que hubo cuando menos dos naufragios de esas megabalsas, pues se han localizado un gran bloque de piedra en el lecho del río y otro en lecho marino. Coatzacoalco fue pues el primer asentamiento con ese nombre; estuvo en la otra orilla del río y a cuatro leguas del mar. Tiene una antigüedad de más de un milenio y tuvo una duración de más de 500 años. Dejó una leyenda que está por encima del tiempo, la leyenda de Quetzalcóatl.

VILLA DEL ESPIRITU SANTO

En 1520 Diego de Ordaz estuvo en ese lugar. En 1522, el 8 de junio, Gonzalo de Sandoval fundó ahí la Villa del Espíritu Santo. Le puso ese nombre porque ese día fue domingo de Pentecostés o día de la Pascua del Espíritu Santo. El río conservó el nombre antiguo y además lo adquirió una de las cuatro mitras o provincias que constituyeron a la naciente Nueva España. Ellas fueron México, Michoacán, las Mixtecas y la Provincia de Coatzacoalco. La cabecera de esta última era la Villa del Espíritu Santo, la cual por cédula real de 1524 tuvo su escudo, el de los dos jaguares apoyados en un arbusto de cacao. Duró poco la Villa: la falta de inmunidad a los microbios que trajeron los españoles, el genocidio de la conquista, las pestes, los piratas (en 1672 Lorencillo la saqueó e incendió), las plagas, las inclemencias del clima, etc. acabaron con ella.

Para 1684 la Villa prácticamente había desaparecido. Los indígenas casi se acabaron o huyeron y los españoles se dispersaron en la región. La administración burocrática pasó a Acayúcan, que vino a ser la cabecera de la provincia de Coatzacoalco. Pero dejó una gran historia. Ahí se inició el mestizaje del sur de México; de ahí partió la conquista de Chiapas, Oaxaca y Tabasco; muchos apellidos actuales de la región son los mismos que llevaron los fundadores de la Villa del Espíritu Santo. Algunos hechos guardan particular recuerdo: el sabor de las primeras naranjas que nacieron en la América Continental, las cuales fueron sembradas por Bernal Díaz del Castillo cuando en 1518, por un norte, recaló en Tonalá y él mismo las saboreó en 1525 cuando iba en la expedición a las Hibueras.

Está registrada la llegada de la Marcaida, la esposa de Cortés, Catalina Juárez, que arribó también a Tonalá lanzada por otro norte; Tonalá pertenecía a la Villa Está el recuerdo conmovedor de cuando Bernal, a su regreso de las Hibueras, horrorizado por el salvajismo y la crueldad con que los españoles marcaban a los indígenas en las mejillas, como se marca al ganado al fuego, con una G o con una R, “quebró” los fierros y así lo avisó a los frailes jerónimos que tenían la autoridad en la isla de Santo Domingo y ellos ordenaron a la Audiencia en México que esto valiera para toda la Nueva España. Pasajes, historia, luz y crónicas: cien años de Coatzacoalcos Cuauhtémoc estuvo en Coatzacoalco.

Y cómo olvidar que en 1524 Cortés pasó por aquí en su expedición a las Hibueras. Venía con la Malinche, nativa de esta región; traía sus vajillas de oro y plata, sus juglares, sus tamborileros, sus danzantes indígenas, chirimías, el huéhuetl y el teponaxtle, un malabarista, un titiritero, venían Fray Juan de Tecto, fray Juan de Ayora, Fray Miguel de Pedraza, cincuenta jinetes, cien soldados, tres mil indígenas y una gran provisión de alimentos, que pronto se acabó. Lo más importante, lo que hay que recalcar muy bien, es que Cuauhtémoc estuvo en la Villa del Espíritu Santo; venía en esa expedición, con los pies lastimados, después de no haber estado en ningún lecho de rosas. De aquí lo llevaron con rumbo a Izancanac, en donde moriría.

El bombo de la expedición incluía competencias, torneos, carreras de caballos y danzas que se realizaron en la Villa. Los danzantes indígenas traían y pusieron en escena la Danza de Moros y Cristianos, y aquí, bajo arcos triunfales, estrenaron la Danza de la Malinche, una obra autóctona que se refiere a la Conquista; es una pieza de origen indígena que lleva 480 años, casi 500 de estarse poniendo ininterrumpidamente cada año en Jáltipan, Cosoleacaque y Oluta. La Danza de Moros y Cristianos, en la región, sólo se representa
actualmente en Acayucan se refiere a la reconquista de Granada por Isabel La Católica.

Los danzantes y autores, o danzautores, a su regreso de las Hibueras tomaron una ruta escondida por la preciosa carga que llevaban. En Ichcateopan estrenaron después la “Danza de la Peregrinación”, que relata la travesía desde Izancanac, en la región de Acalan, hasta el altar mayor de la iglesia de ese lugar, Ichcateopan, en donde depositaron los restos de Cuauhtémoc. Hasta la fecha la siguen representando allá. Esa danza fue una de las tantas pruebas que esgrimió doña Eulalia Guzmán en la discusión por la
autenticidad de los restos de Cuauhtémoc Cuauhtémoc estuvo en Coatzacoalco.

Aquí en la Villa, Cortés vislumbró el proyecto de la comunicación entre los dos océanos; Sebastián Vizcaíno lo hizo realidad a principios del siglo XVII, movió cargas de Veracruz al Paso de La Fábrica, que después sería Minatitlán, de ahí por río y al final a hombro de indígenas hasta el Pacífico. Inexplicablemente el virrey lo mandó a Japón como embajador, para que no estuviera inquietando el solar. La Villa desapareció en 1659 quedando un vacío de población. Uno de los colonos franceses en 1830 y Charles Brasseur en 1859, la mencionan en sus libros como un rancho abandonado, pese a que en 1826 el
gobernador Barragán decretó que se repoblara el lugar.

El 28 de abril de 1827 el gobernador Santa Anna le dio el nombre de Barragantitlán, en honor del gobernador Miguel Barragán, quien acabó con el último reducto de los españoles en San Juan de Ulúa. En 1853 la Provincia de Coatzacoalcos pasó a ser, por muy corto tiempo, el Territorio del Istmo de Tehuantepec con capital en Minatitlán. Entonces el lugar era conocido como Paso Nuevo.

Ixhuatlán del Sureste, la cabecera del municipio al cual pertenece, conserva el aspecto de una villa castiza y antigua; su plazoleta central es muy típica y agradable; tiene una iglesia del siglo XVII con una campana también antigua con fecha grabada y teja marsellesa en su techo, de la que vino como lastre en el siglo XVIII. La población sigue celebrando el domingo de Pentecostés o de la Pascua del Espíritu Santo, como seguramente lo hicieron en la Villa del siglo dieciséis, por la fecha de la fundación. Tiene material para ser un buen sitio de turismo. Actualmente en el sitio que ocupó la Villa, está la congregación de Barragantitlán, del municipio de Ixhuatlán del Sureste. Está en la otra orilla del río y a cuatro leguas del mar. Ese es el punto de referencia de la leyenda de Quetzalcóatl.

LA BARRA, EL FORTÍN

El otro lugar, el que ocupa la actual ciudad, es el que está en la margen izquierda del río y pegado al mar. Se dice que está en una isla, la Isla Juliana, porque sin interrupción el lugar está circundado por un límite de aguas formado por el mar, el río Coatzacoalcos, el río Calzadas, el Tliltzapóyotl y el Huazuntlán, con las lagunas del Tepache y del Ostión; es necesario cruzar un puente para poder entrar o salir de la ciudad, o hacerlo por aire. Casi en la desembocadura del río, en lo que hoy es la primera calle de Lerdo, entre Corregidora y Colegio Militar, antes Colón, hay un promontorio, un cerro de arena que siempre ha existido. Ese es el sitio donde nació la actual ciudad de Coatzacoalcos.

Desde la Colonia ese lugar fue conocido como El Fuerte. Ese lugar es rico en historia: desde ahí los indígenas vieron pasar a los navíos de la conquista; en la Colonia fue preocupación del virreinato mantener ahí una fortificación contra los piratas franceses, ingleses, holandeses y el contrabando. Fue una elevación desde donde se vieron los múltiples naufragios que hubo y a muchos de los cuales se pudo auxiliar; durante la insurgencia fue punto de interés para uno u otro bando; frente a él se dio la batalla en la cual el navío insurgente “El Patriota”, el primero en ser enarbolado con banderas nacionales, en aquel entonces las de Puruarán; ese navío mexicano derrotó a la goleta española “La Numantina” Desde el comienzo de la Colonia y de la piratería hubo algún resguardo en ese lugar, pero fue hasta 1762 y 1777, con los virreyes Mayorga y Bucareli, cuando realmente se hizo la construcción del Fuerte y se le dotó de artillería pesada.

Ahí llegaron los estragos de la invasión americana; el 12 de mayo de 1847 el comandante Perry, al frente de una flotilla con el “Mississippi” al mando, seguido del “Vixen” y el “Scorpio”, el “John Adams”, el “Decatur” y el “Stromboli” comandado por William S. Walker, toda una escuadra digna de mejores causas, destruyó el Fuerte y quemó las cureñas; los americanos destruyeron los cañones, incendiaron y demolieron la fortificación. Como invasores tomaron posesión de Minatitlán, Cosoleacaque y Jáltipan.

Se fueron cuando quisieron, pero no arrancaron por esa vez el derecho al libre paso por el Istmo, sino hasta 1853 con el Tratado de La Mesilla, en que sí lo obtuvieron. Fue hasta 1937 cuando el Presidente Cárdenas logró la derogación de la fracción correspondiente del Tratado que les daba derecho de tránsito y de custodia a los americanos, con la anuencia del presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt y el Senado americano, quienes lo aprobaron el 26 de octubre de 1937. El tratado de Mac Lane Ocampo, que concedía lo mismo, no fue aprobado por el Senado americano.

Los franceses también pasaron por el Fuerte, primero pidiendo auxilio en 1830 cuando llegaron a la bocana los barcos náufragos de la colonización francesa, de la cual sólo perduran algunos apellidos extranjeros. Después volvieron en 1863 cuando la invasión francesa. No destruyeron tanto en el fuerte, porque ya no había mucho que destruir; se fueron hacia Chinameca, Cosoleacaque y Jáltipan, donde no les fue nada bien: en Jáltipan les mataron al feroz y sanguinario comandante Stoeklim el 14 de agosto de 1863, por lo cual tuvieron que replegarse a Minatitlán, pero en Totoapan, municipio de Cosoleacaque  totalmente derrotados el 18 de Octubre.

Los invasores franceses fueron distintos de los norteamericanos; éstos fueron más destructores y no se dejaron vencer; los franceses fueron menos dañinos, fueron derrotados y dejaron descendencia. El lugar era conocido como la congregación de La Barra; en la loma estaba el Fortín que era, como ahora, el sitio oficial del gobierno federal EL PUERTO El 8 de octubre de 1825, por decreto federal número 461, siendo presidente de la República don Guadalupe Victoria, se erigió el Puerto de Coatzacoalcos. El decreto, como para identificar el lugar, dice entre otros puntos: “Dos. — Se instalará por ahora una Receptoría en el paraje denominado El Fuerte”. El sitio no ha cambiado.

Aunque es de arena el lugar, no se lo ha llevado el viento, ahí está, con la presencia del Ejército y la Armada. Lo que sí se ha llevado el tiempo es la memoria del nombre: para nada se le conoce como El Fuerte o La Barra, La Batería o con los nombres que tuvo después: Miramar o El Faro. En 1825, hace casi 180 años, no había ni premonición de la ciudad que sería hoy. Hay magníficas descripciones del lugar, una de 1830 de los colonos franceses, otra de 1859 del abate Brasseur y muchas relaciones más. Lo describen, desde el mar según se acercan, la imponente presencia de los cerros de San Martín y Santa Martha, la serranía llena de verdor y los médanos de arena, más dominantes conforme se acercan a la bocana, sobresaliendo notablemente la loma en donde está el Fortín, una construcción de cuatro paredes gruesas, varias ventanas amplias abiertas al mar, con la batería de ocho o diez cañones de grueso calibre y la torre de la aduana con el asta bandera.

Al llegar descubren las cuatro chozas para unos cuantos empleados del gobierno y para algunos pescadores.  Arena, médanos y dunas junto a mucha vegetación. En su fundación, el Puerto era sólo una caseta aduanal en el Fortín y unas cuantas chozas en las orillas del río. En 1843 el Puerto de Coatzacoalcos contaba tan sólo con un habitante: Gregorio Díaz. De hecho el Puerto
de Coatzacoalcos funcionaba en Minatitlán, o antiguo Embarcadero de La Fábrica, a donde llegaba lo consignado a este lugar. A Minatitlán llegaron los colonizadores franceses en 1830; y en 1860 estuvo ahí la estación de enlace de la compañía Louisianesa de Tehuantepec, a donde llegó el abate Charles Brasseur a bordo del navío norteamericano Guazacualco. El puerto por muchos años lo fue Minatitlán.

CIUDAD COLÓN

En 1857 el Presidente Comonfort propuso, como parte del proyecto de un canal, cambiar el nombre al puerto por el de Ciudad Colón, un proyecto que no salió del papel. MUNICIPIO DE COATZACOALCOS Para la segunda mitad del siglo XIX ya se vislumbraba el auge y hubo gran afluencia de población, por eso, por decreto N° 118 dado en Orizaba por el gobernador Apolinar Castillo el 14 de diciembre de 1881, se constituyó el Municipio de Coatzacoalcos. El municipio constaba de dos congregaciones, la de Coatzacoalcos y la de Tonalá. En enero del 82 se instaló el Primer Ayuntamiento con don Ambrosio Solorza como Presidente Municipal. Poco después, el 8 de septiembre de 1888 hubo el único ciclón de que se tenga memoria hasta la fecha, que haya asolado a la región. Su trayectoria fue totalmente distinta a la de los vientos habituales de aquí. No ha habido otro después. Que no lo haya.

VILLA DE PUERTO MÉXICO

En 1900 el progreso seguía, las plantaciones americanas habían proliferado en las riberas hasta bien arriba del río y su movimiento comercial repercutía en el puerto, estaban el ingenio azucarero San Carlos o Constanza, con ferrocarril y planta de energía eléctrica; el Amate, la Perla, la Oaxaqueña, Colombia, Dos Pasajes, historia, luz y crónicas: cien años de Coatzacoalcos Ríos, las Flores, San Francisco, Sulusùchil y las monterías que desde Tabasco y Chiapas traían madera, café, chicle y otros productos de exportación.

Don Porfirio había traído a los ingleses y holandeses, ya no tanto como corsarios como habían venido antes cuando eran piratas, sino ahora como inversionistas del ferrocarril y del petróleo; también vinieron americanos. Comenzaba la gran afluencia de población extranjera, japoneses, chinos y coreanos y la gran migración que llamaron de las “3T” por la que dijeron “llegaron Tecos, Turcos y Tabasqueños” que tan valiosos resultaron; propiamente no era turcos, sino siriolibaneses, les llamaron turcos por la documentación que traían del gobierno de Turquía.

Ya funcionaban aquí la aduana y el puerto; aunque los muelles quedaron completamente terminados hasta 1905; había estación de ferrocarril, el proyecto del Templo de San José que sería inaugurado también en 1905, había tres escuelas, un hotel, un hospital civil en formación, oficinas del Registro Civil, notaría, alumbrado público, oficina de telégrafos y había comunicación por cable a Galveston. Curiosamente su cabo terminal, el del cable, quedaba —como lo señala Abel Cobián— precisamente frente a donde están ahora las oficinas de la Televisión por Cable. Entonces, por decreto del 2 de julio de ese año de 1900, firmado en Xalapa Enríquez por don Teodoro A. Dehesa, la Congregación de Coatzacoalcos se elevó a la categoría de Villa con el nombre de Puerto México; el Municipio conservó el nombre de Coatzacoalcos, siendo la Villa de Puerto México su cabecera.

Circulaban monedas de plata de ocho reales, tostones de 50 centavos o dos reales, pesetas de veinticinco centavos, moneditas de cinco y diez centavos de plata, onzas de oro y libras esterlinas de fechas atrasadas. Los centenarios de cincuenta pesos salieron hasta 1921, año del centenario de la Consumación de la Independencia; hubo también una moneda de dos pesos en plata semejante al centenario; estas monedas ya no los vio don Porfirio: él había fallecido en 1915, el 2 de julio en París, pero sí vio la morralla de oro de dos, dos y medio, cinco, diez y veinte pesos que circuló en su tiempo.

Cuenta don Viriato Da Silveira que el domingo 5 de octubre de 1902 llovió ceniza. Era una mañana clara cuando de pronto comenzó a caer la ceniza, como si fuera un aguacero; todo lo cubrió y provocó el clamor de toda la gente. Se debió a la erupción del volcán Santa María de Guatemala. Otra lluvia de cenizas ocurrió el 28 de marzo de 1982, debida a la erupción del Chichonal en Chiapas. Como en 1902, en el 82 se pudieron recoger botes de ceniza volcánica a discreción. Desde Villahermosa se veía el cielo como si fuera una noche del 15 de septiembre con su pirotecnia. En 1905, el 28 de enero, don Porfirio revisa las obras del puerto y personalmente abrió la llave de un pozo de petróleo en El Chapo.

En 1906 se alarma un poco la población porque en Chinameca, Acayucan y Soteapan estalla el brote precursor de la Revolución, encabezado por Hilario C. Salas, Cándido Donato Padua y Enrique Novoa, en el cual Román Marín tomaría la plaza de Puerto México. Sin embargo, el 25 de enero de 1907 vino Don Porfirio a inaugurar el ferrocarril de Tehuantepec, con lo cual todo el comercio mundial estuvo pasando de un océano al otro por el Istmo, mejor que como lo soñó Cortés. Al mismo tiempo que se inauguró el ferrocarril, quedó diseñado el trazo perfectamente urbanizado, geométrico y funcional para una gran ciudad. Lo realizó el ingeniero Alcides Dreumont.

En 1908 se inauguró el Faro de Miramar. Este faro reemplazó a otras señales construidas antes. En 1910 pasó el cometa Halley. Algunos lo describían como una penca o palma de coco en el cielo, pero más grande, blanca y luminosa; lo veían con el ánimo lleno de temor, de augurios y de presagios. Había un intenso movimiento comercial, ferroviario y marítimo, los muelles llenos y muchos barcos esperando turno, una floreciente actividad mercantil y una intensa vida social cosmopolita, con fiestas de alto postín con etiqueta inglesa, el Casino Puerto México relucía con brillo de aristocracia.

CIUDAD DE PUERTO MÉXICO

El primero de julio de 1911, por decreto N° 14 del Gobernador León Aillaud, la Villa adquiere la categoría de Ciudad, viene a ser la Ciudad de Puerto México. Está en uno de sus grandes apogeos, es la Ciudad y Puerto, la Llave del Sureste, la Ciudad de las Grandes Avenidas. La ciudad estaba o se sentía en todo su esplendor, aunque le hubieran llamado Puerto Niguas. En mucha propaganda comercial, sobre todo extranjera y en particular española, se escribía Puerto Méjico con J, en vez de X. El 15 de agosto de 1914 se inauguró el Canal de Panamá y toda la carga mundial que pasaba por el Istmo Pasajes, historia, luz y crónicas: cien años de Coatzacoalcos de Tehuantepec se desvió hacia allá con el súbito desplome comercial; afortunadamente ya se iniciaba el auge petrolero, que llegaría a formar el complejo industrial más grande de la América Latina.

Eran los años de la Revolución; en julio de 1914 estuvieron en este puerto Victoriano Huerta, Aureliano Blanquet, el Gral. Gustavo Mass, el Lic. Querido Moheno y el Tesorero de la Nación; estuvieron alojados en el Hotel Colón, en donde por las prisas de la fuga dejaron la Bandera Nacional Presidencial, la cual durante varios años fue conservada por el doctor don Armando Castellanos de la Huerta, quien cuando fue Presidente Municipal la donó a la Sala de Banderas de Chapultepec. Huerta y su comitiva huyeron en el vapor alemán Dresden el 22 de julio del 14 con rumbo a Santander y Barcelona, lugares en donde Huerta no encontró acomodo, por lo que se fue a El Paso, Texas; ahí falleció el 14 de enero de 1916.

Para Puerto México y la región estos años de 1916, 1917 y el siguiente fueron los más duros; el Gral. Raúl Maldonado con su jefe de Estado Mayor, el coronel Martínez por el lado de los federales y Cástulo Pérez  Álvaro Alor, entre otros, por los rebeldes, impusieron un régimen de sangre y terror, bárbaro por ambos lados. Como si fuera poco, ocurrió el caos financiero del papel moneda; vinieron los billetes grandotes carrancistas, “infalsificables”, los “bilimbiques” que tenían el mismo valor que los “vales” que daban tanto federales como rebeldes “pagaderos en efectivo al triunfo de la causa” y las enfermedades, las que ya teníamos más otras como el cólera y la influenza española que hicieron de las suyas despiadadamente; al final, muchos años después, cuando ya habían cedido esas plagas, llegó la Fundación Rockefeller a poner en orden al paludismo y a los parásitos; sus instalaciones, “la Sanidad” estaban en la primera calle de Juárez, frente al mercado.

Si Puerto México andaba mal, los poblados de la región estaban peor, lo cual obligó a muchas familias a concentrarse aquí en busca de mayores garantías; así de Ixhuatlán vinieron los Rosaldo y los Riveroll; de Acayucan los Mortera y los Pavón; de Jáltipan los Lemarroy, Piquet, Alor, Salím, Franyuti y Revoulen; hubo inmigración de Chinameca, Corral Nuevo, los Tuxtlas y toda la región, Si en 1843 el lugar contaba tan sólo con un habitante, el señor Gregorio Díaz, tenemos que aceptar que la población de Puerto México era totalmente inmigrante, venida toda de fuera, una población que apenas comenzaba a retoñar aquí. En esos años de la nefasta Brigada Coahuila hubo un gesto de valor cívico: Julián Padua cayó en manos de esos militares, quienes en la misma cantina en que lo aprehendieron por insultos a la autoridad, lo ejecutaron y se dice que hasta el tiro de gracia le dispararon, y como aún se movía, lo iban a seguir balaceando, cuando don Pedro Rosaldo Palomino intervino y se los quitó con mucha hombría; pese al tiro de gracia aún estaba vivo, lo llevó a su rancho donde lo curó un médico amigo y tuvo aventuras por más tiempo. Años después don Pedro Rosaldo fue Presidente Municipal.

En 1920 había luz eléctrica gracias a una planta termoeléctrica. Después vendría el Lic. Don Amado J. Trejo con la Cía. Hidroeléctrica de Minatitlán.  Puerto México fue teatro de la rebelión Delahuertista. El 12 de diciembre de 1923 Benito Torruco, rebelde, tomó la plaza. Fue una rebelión que produjo un inútil baño de sangre, de acciones militares, navales y aéreas. Desde Tacoteno el avión Obregonista “El Diablito”, tripulado por Pablo Sidar, bombardeó a los barcos rebeldes surtos en las aguas del Puerto. El resultado fue que don Adolfo de la Huerta depuso las armas ante el contralmirante Hilario Rodríguez Malpica el día 10 de abril de 1924, y salió de aquí en el cañonero Agua Prieta con rumbo a Yucatán.

La rebelión Delahuertista cobró innumerables vidas, entre otras la del Gobernador de Yucatán Felipe Carillo Puerto, que se idealizó con la periodista Alma Reed en la canción “Peregrina”, de Ricardo Palmerín. Perdió la vida también el general Salvador Alvarado, asesinado en Palenque en 1924. Él estuvo aquí en 1917 y protegió a la que fue reina del carnaval de Puerto México en 1920, Esperanza Torres Dávila; la defendió de un militar que la asediaba El 6 de agosto de 1924 estuvo en Puerto don Tomás Garrido Canabal; venía de Frontera, Tab. con rumbo a la Capital, para defender su credencial de senador; aquí no tuvo problemas, pero a su llegada a México, en el hotel Iturbide le mataron a tres de sus acompañantes y él recibió tres balazos que sólo le dejaron cicatrices en la piel ¡del cuello!

También pasó por aquí César Augusto Sandino; estuvo en la cantina “La Marina” que estaba junto a la licorería de don Sabino Vega Carballedo, cerca del Callejón Brunet; debe haber entrado a tomarse una copa. Otro día un adversario de don Tomás Garrido se metió a la misma cantina, también a tomar una copa; no se la tomó: sus asesinos no le dieron tiempo.
En 1929 la rebelión Escobarista no conmocionó notablemente a la ya sufrida población. Algo impactante en toda la región fue la llegada del Señor de La Salud. Eran los tiempos de la persecución religiosa en Tabasco y aquí un poco menos con el coronel Adalberto Tejeda. Lo sacaron de Mecatepec como si fuera un enfermo, como se acostumbraba allá, en una hamaca sostenida de un palo que cargaban unos hombres. Su llegada fue un secreto a voces que se difundió por toda la región e hizo incontenible la avalancha de fieles que se hicieron presentes.

Estaba en el en el pasillo central del templo de San José, protegido por una vitrina grande, mientras una fila interminable de creyentes iba pasando, bajo la vigilancia de los encargados para que no se tardaran y pudiera desfilar toda la multitud que estaba afuera de la iglesia. Aquí también había prohibición religiosa, pero no hubo conflicto. En unos cuantos días la
imagen fue llevada a Cosoleacaque. Esto ocurrió en la época del padre Panchito. En los años 30s llegó “El Callao” a Puerto México, un barco con el nombre de un puerto peruano. Fue decomisado por llevar contrabando de madera o de licor y nunca resolvió su condición legal; estuvo anclado mucho tiempo en el muelle siete y cuando comenzó a hacer agua y resultar un estorbo, fue sacado al mar, desde donde los nortes lo arrastraron al lugar que ocupa ahora, formando parte de la fisonomía de
la ciudad. Está en su historia, literatura, sobre todo en poesía y más que nada en su paisaje.

La intranquilidad que había por la presencia de algunos rebeldes en la región se calmó con la llegada del general Lázaro Cárdenas del Río, quien vino como Jefe de las Operaciones Militares en el Istmo de Tehuantepec. Dejó gratos recuerdos; convivió con las familias del puerto; con su esposa doña Amalia Solórzano bautizó a Manolo, el hijo de doña Conchita y don Manuel Castellanos. Puerto México vivía días promisorios que después fueron recordados con nostalgia. Después estuvo aquí de paso, en 1934, como candidato a la Presidencia.

Para entonces los trabajos de construcción del Ferrocarril del Sureste estaban bastante adelantados; así fue posible que en la gestión del licenciado Miguel Alemán, el 25 de mayo de 1950, se inaugurara; para recordarlo se acuñó entonces una moneda de plata de cinco pesos con la imagen del ferrocarril en una de sus caras, y en la estación Unión, entre Salto de Agua y Palenque, se colocó un clavo final “de oro” en las placas que unieron a los rieles en su encuentro, al mismo tiempo se inauguró la carretera que va desde el kilómetro 133 o Estación Chontalpa a Puerto Ceiba, pasando por Cárdenas, Comalcalco y
Paraíso, con lo cual se incorporó a Puerto México una enorme área de acción; propiamente ya se incorporó a Coatzacoalcos.

ACTUAL CIUDAD DE COATZACOALCOS

El día 8 de diciembre de 1936, por decreto del Estado N° 34, la Ciudad de Puerto México cambió su nombre por el de Ciudad de Coatzacoalcos. La iniciativa de ley la presentó en la Legislatura Local el diputado don José de Jesús Núñez y Domínguez quien, posteriormente en 1944 pronunciara el discurso inaugural de la Universidad Veracruzana en Jalapa. El Gobernador era el Lic. Miguel Alemán Valdés y el Presidente de la República el Gral. Lázaro Cárdenas; el presidente municipal era don Pablo Vidaña. Así viene a ser la gran Ciudad de Coatzacoalcos.

Las discusiones por el cambio de nombre fueron casi sismológicas: Puerto México llevaba oficialmente en sí el nombre del país, como no lo tiene la misma nación, la cual se llama Estados Unidos Mexicanos, sin llevar la palabra México. La ciudad se sentía portadora y custodia de ese nombre y por lo mismo dueña de garbo y prosapia. Ni las monedas ni el Escudo ni la Constitución dicen México, como lo ostentaba el nombre del Puerto. Por eso pasó algún tiempo para que se comprendiera que se había rescatado su raíz original. Coatzacoalcos ya estaba acostumbrado a la grandeza: la primera vez que fue Villa tuvo el nombre del Espíritu Santo.

El pueblo no usó de inmediato el nuevo nombre sino que siguió con el anterior, salvo en el trámite oficial, y por un tiempo mayor le llamó sencillamente “Puerto”. La ciudad tiene su Escudo: en 1939 la Cámara de Comercio solicitó al ingeniero Manlio Abel P. Dávila que lo diseñara, es el Escudo actualmente en uso. En 1985 la Legislatura lo aprobó con las  modificaciones que le hiciera el Cronista de la Ciudad Lic. Roberto Bencomo Estrada. Así se formó Coatzacoalcos, en esos lugares y con esos nombres: Coatzacoalco, Villa del Espíritu Santo, La Barra, El Fortín, el Puerto de Coatzacoalcos, Puerto México y Coatzacoalcos.

A la mitad del siglo pasado, después de los cincuentas, el progreso la proyectó y aún no cesa el estallido; las carreteras, los puentes, Coatza Uno, Coatza Dos, el Calzadas, y las petroquímicas la hicieron el complejo industrial más grande de la América Latina. También después de los cincuenta la Dipasa, de la familia Pavón de Acayucan, desde la esquina de Juárez y Corregidora inició la llegada de las franquicias departamentales que ahora ya no caben ni en Plaza Cristal ni en Forum, convirtiendo al Puerto en una Mega ciudad. En 1940 apenas si nacía una Escuela Secundaria. Hoy tenemos varios Campus Universitarios, muchísimos colegios de primera categoría y muchas instituciones de cultura con una magnífica Casa de
Cultura. Ahora es una ciudad sorprendentemente grande, en continuo crecimiento, como si quisiera llegar hasta el cerro de San Martín. Coatzacoalcos es un puerto abierto al mundo, al progreso y al futuro, nacido con el abolengo de la estrella que está en el cielo.

Investigación: Dr. José Lemarroy Carrión, Cronista de la ciudad de Coatzacoalcos.

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